jueves, 9 de octubre de 2008

Un día normal

Un pequeño pitido se escuchó desde la vieja y polvorienta cocina, señal de que los alimentos ya estaban calientes y dispuestos para ser servidos, e inmediatamente después salía de la cocina vistiendo un gracioso delantal, portando en sus manos dos andrajosos platos humeantes de exquisita sopa. La comida pasó rápida, sin contratiempos.

Después, una tarde normal. Los paseos por el solitario descampado, sus típicas a la vez que estúpidas discusiones con sus extraños compañeros de fatigas, que en los ratos libres le acompañaban silenciosamente, sus delirantes conversaciones y una fugaz visita a su tienda favorita, para después salir de ella tal y como había entrado: con la cartera pelada y las manos vacías

Finalmente, la llegada a la tenebrosa y húmeda casa que compartía con varias especies de alimañas y salvajes plantas. El ser humano se acostumbra a todo, asique a pesar del ambiente que le rodeaba no hizo más que recostarse a descansar en su mullida cama arropado por la oscuridad, para comenzar al día siguiente con energía.

Ja ne... maburro

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